Entrando en Halloween

Es difícil que los que me leen desde Estados Unidos puedan abstraerse de la celebración del Halloween en este país. Para mí es la primera fiesta de este tipo a la que me enfrento en vivo, antes, pude verlas en fotos o en vídeos pero nunca como ahora en la que puedo vivir los detalles por mí mismo.

Creo que esta fecha es la que inaugura las festividades del final del año y la que muchos toman de marca para soltar aquella frase que decimos una y otra vez: “Oyeeee, pero ya está ahí diciembre y enero fue el otro día”. A partir de ahora las casas comienzan a cambiar de decoración casi semana tras semana hasta que llega el famoso árbol de Navidad.

Para mí es una sorpresa esto de celebrar el día de las brujas, o de los fieles difuntos para nosotros los latinos, de esta manera, con disfraces, casas del horror, decoraciones con tumbas y esqueletos en los jardines y sangre, mucha sangre en cada una de las cosas que he visto. Es como un culto al horror más que a los muertos.

Hace pocos días salí a comprarme mi primer disfraz para Halloween. Unos amigos de mi hermano nos invitaron a una fiesta de disfraces y, por supuesto, no tenía ni la más mínima idea de que podría usar. La euforia de todos, adultos y chicos, por conseguir el disfraz perfecto me sorprendió. En la tienda todos querían que el suyo fuera el más original, el que más asustara o el más divertido. Nadie quería pasar desapercibido.

Los precios de los trajes me asombraron, algunos costaban más que todo lo que yo tenía puesto encima, incluidos zapatos, ropa interior y reloj. Cantidades enormes de dinero se desembolsan para celebrar por unas pocas horas ese día en el que tenemos licencia para asustarnos unos a otros.

Contrario a lo que sucede con la ropa de la vida real, los disfraces para hombres son mucho más variados que los que hay para mujeres, éstos se pueden dividir en dos grandes categorías: Las brujas o las chicas sexy. ¿Será que así se les verá a ellas en la vida real?

También pude vivir en estos días la cara más infantil de Halloween, acompañé a mis sobrinas a que compraran sus calabazas para que las decoraran y las pusieran en el jardín de su casa. Es curioso que, siendo niñas, no les asuste toda esta cultura de la sangre, las brujas o los vampiros. Para ellas es solo una fiesta, un motivo más para pasarla bien y tener cosas especiales por hacer.

En las últimas horas pensé que podría salirme un poco del mundo de las brujas, los esqueletos y la sangre pero no fue así. Nos fuimos ver a mi cuñada cantar en un sitio en que nada tenía que ver con Halloween pero durante todo el camino me sorprendieron brazos y piernas colgando desde las puertas de los autos, manchas de sangre en las ventanillas y cientos de brujas, espantapájaros y telarañas en todos los sitios.

Para colmo, ya casi en la madrugada, mi hermano me lleva a conocer los famosos casinos de los indios Micosukee. Al principio de llegar a este país visitaba casi cada noche el lugar, no tanto porque le gustara jugar, que no le gusta, sino porque hizo muy buenos amigos allá que aún conserva.

Mientras hacía de guía turístico – ya les he dicho que él disfruta mucho de ese papel –  me enseñaba las máquinas y los sitios de juego. Me llevó hasta el lugar en donde conoció a mi cuñada, un pequeño club dentro del casino que era el sitio que más visitaba y en donde se reunía con sus amigos.

Como para que no se me olvidara entre tantos juegos, tantos indios y tantas cosas raras, que estaba en pleno Halloween en Miami, la música que sonaba era una canción de ritmo trepidante, cantada por NG la Banda y que fuera muy popular en Cuba en la década de los 90 cuando la salsa y las escaseces dominaban la isla.

El estribillo me recordó que en Miami todo puede pasar, incluso hasta celebrar estos días a ritmo de timba y con un estribillo que nada tiene que ver con Halloween pero que, bajo los embrujos de estas jornadas, parece escrito especialmente para la fecha: “Tu lo que eres una bruja, una bruja sin sentimientos, tu eres una bruja”.