La vida es más que el príncipe azul

Pasar tiempo con mis sobrinas es siempre una bendición aun cuando puede ser una tarea que lo deje a uno exhausto. Su mundo está rodeado de hadas mágicas, castillos encantados, príncipes y princesas, casi todas sus historias terminan con la famosa frase “y vivieron juntos y felices para siempre”. Bueno, con esa frase pero en inglés, que no tengo ni idea de cómo se escribe.

Leer sus libros o jugar sus juegos me ha dejado pensando en cuánto esas historias, en las que encontrar el amor de su vida en la persona perfecta es el fin, les afectará cuando crezcan y tropiecen con la vida real. La verdad es otra, el príncipe no siempre es azul, pocas veces canta melodiosas baladas de amor y casi nunca vive en castillo lleno de riquezas.

Nuestra vida está condicionada desde pequeños a este ideal de la pareja. Es como una especie de realización o una meta suprema en la que nos empeñamos a fondo. ¿Cuántas veces nos hemos visto en medio de una relación que nos trae más infelicidad que cualquier otra cosa? ¿Cuántas parejas se mantienen juntas por cualquier razón menos porque se sienten bien uno con el otro?

Quisiera poder contarle a mis sobrinas una historia en la que el protagonista sea feliz sin tener pareja, solo con lo que pueda conseguir en la vida, por el mismo, pero creo que yo tendré que escribirles ese cuento. Aun así no se si sus mentes, adaptadas a príncipes y princesas, logren entender que se puede lograr la felicidad sin el beso del final.

En el cuento les contaría como, estando solos, aprendemos a conocer nuestras debilidades y nuestras fortalezas. Sería perfecto que aprendieran, desde niñas, que la vida tiene períodos así y que no deben sentirse miserables por eso, al contrario. Son los momentos en los que se disfrutan al máximo a los amigos y a la familia, los momentos en los que nosotros mismos administramos nuestro tiempo sin dar explicaciones a nadie.

También les contaría la manera en la que deben aprender a amarse a ellas mismas, con virtudes y defectos, solo de esa manera podrán enseñarle a otros a amar esas zonas de luz y sombra que todos tenemos. Sería bueno que supieran que el amor puede aparecerles al doblar de cualquier esquina y que deben estar listas para eso, pero sobre todo les diría que no siempre ese amor aparecerá montado en un bello caballo o a bordo de una alfombra mágica.

Quisiera que pudieran comprender que el amor también les llegará en la sonrisa de un abuelito, o en un desayuno compartido en familia o en el milagro, todavía inexplicado para ellas, de las puestas de sol. El príncipe azul puede llegar. Si viene, bien y si no viene… ¿Qué más da? La vida siempre es bella.